24.8.08

Vuelo JK 5022

Algún contertulio de Calleja de las Flores, foro de mi tierra en el que participo desde hace poco, se lamentaba recientemente de que allí no nos interesaba hablar de la muerte. Posiblemente tengan razón. Aunque tengo que confesar que, en mi caso, ese no hablar de la muerte viene motivado por el pavor y la impotencia en que siempre me ha sumido. Lo que sigue a continuación son las atolondradas palabras que salen de mi cabeza después de tres días sintiendo la tragedia:

Desconcierto, rabia, pena, desesperación... son algunos de los sentimientos que me asaltan cuando muere alguien cercano o a quien siento cercano. Y resulta tan difícil decir algo en esas circunstancias. Algo que no sea un tópico, un cumplido, una terapia, un llenar el silencio devastador de la violencia, de la ausencia definitiva contra la que nada se puede.

En esta caso la cercanía viene dada por el país en el que ha ocurrido la catástrofe. Y por las víctimas. Los medios de comunicación (con sus defectos y excesos) nos hacen percibir que son personas cercanas; que podríamos ser nosotros mismos. Son niños y mayores, personas que iban de vacaciones o que volvían a sus hogares...y en un momento su vida queda sellada. Ya no tendrán que resolver los problemas cotidianos, porque ha llegado el gran problema. El único que no tiene solución.

Se acabaron sus pequeñas alegrías, los proyectos, los obstáculos diarios. Ya no hay nada. Nunca los volveremos a ver. Y eso me rebela.

A ratos, estos días, he pensado que me gustaría conocer las vidas de cada una de las víctimas, que a lo mejor sería un homenaje a ellas el que aparecieran escritas en estos medios de comunicación de que hoy gozamos. Tal vez sería un homenaje; una forma de pervivencia.

De momento mi rabia y mi pena, así como la solidaridad con familiares y amigos, he tratado de manifestarla a través de un grupo de Flickr que recoge fotos de homenaje a las víctimas. No es gran cosa. Y me queda la duda de que tal vez hubiera sido mejor no decir nada...

12.8.08

Información y libros

Suscribo totalmente lo que encuentro escrito por Martín Prieto en el último número de la revista LA CLAVE, que lamentablemente deja de editarse:

[…] “Primero arrumbé las revistas del corazón que me hacían perder tiempo […] las revistas generalistas no me aportaban el rigor que necesito y ya ni sé cuántas se asoman a los kioscos. La radio bascula entre el tedio y la histeria, y mi televisor está a las doce menos cinco de no encenderse más porque las cadenas no reciclan ni la basura. Los periódicos son tan partidistas que puedes augurar sus editoriales sin leerlos, e internet es informativamente engañoso. No tengo ni teléfono móvil, no sea que me dé una mala noticia en mitad de la calle y, libre de compulsiones electrónicas, a mi alrededor crecen los libros y disminuye el papel prensa.”

5.8.08

Otra poesía


Otra poesía de mi hija; en esta ocasión es ella quien me pide que la coloque en el blog.

Ojitos marrones

Tienes ojitos marrones,
como la hoja que cae en otoño
como todos los moños
que me cogía en los ensayos de las actuaciones.

Tienes ojitos marrones
como el dulce chocolate,
con pasas o piñones,
como la tierra de los arriates.
(Como los calzoncillos de látex)

Ojitos marrones tienes,
anaranjados parecen cuando vienes
corriendo de cara al sol,
parecen miel en un de cristal bol.

Marrones tienes los ojitos
como los troncos de los castañitos
que hay en mi Sierra Morena,
entre los que se ahuyenta la pena.

A mi perra Luna (Elena)

4.8.08

Londres

Vuelvo a Londres. Corta estancia en aceptable hotel en Bloomsbury aunque solo con desayuno “continental”. Estación Victoria, Oxford Street, Trafalgar Square, Wetsminster, Coven Garden, Notting Hill

La ciudad está muy limpia y me sorprende el abundante tráfico de bicicletas. Como también me llama la atención su animación; incluso de noche cuando el ruido de la gente me hace creer entre sueños que estoy en una ciudad española.

Visitamos la National Gallery donde la sala del barroco español es una de las más concurridas. Al igual que en el British la entrada sigue siendo gratis; una forma efectiva de apoyar la cultura y evitar colas, que, sin embargo, los ingleses saben guardar con una paciencia y civismo encomiables. Descubrimos Camden Town y su mercado “gótico” y disfrutamos de una temperatura primaveral inesperadamente seca.

Entre los aspectos negativos están la comida, la lengua y el transporte. Un billete simple de metro cuesta 4 libras (1000 de las antiguas pesetas), en una ciudad cuyos habitantes no hacen ningún esfuerzo por entender a los forasteros, aunque éstos lo intenten afanosamente con el inglés aprendido en academia. Y el condumio casi lo peor: el imperio de la fast food; quizás muy funcional para quienes tienen que “producir más” en largas jornadas continuas permitidas por el clima, pero nada sanas ni apetecibles para quienes disfrutamos con el yantar “mediterráneo” y su ritual. Y es que eso de estar todo el día pizcando (sándwiches, refrescos, snacks, pastelitos…) a solas, de pie, o sentados en el césped, no puede ser cosa saludable.

Pero un grato viaje.

1.8.08

Manantiales (Élisée Reclus)

Casualmente encontré el otro día un cuento del geógrafo y anarquista Élisée Reclus titulado El arroyo. Un cuento que forma parte de la obra de este geógrafo del siglo XIX enfocada a enseñar (en este caso la geografía) "de otra manera". Una nueva pedagogía que llevaron a la práctica pedagogos como Ferrer y Guardia y su Escuela Moderna.

Traigo aquí un párrafo de la obra que me llamó la atención:

“Hasta entre nosotros, últimos descendientes de los arios, subsiste en algunos puntos un resto de la antigua adoración a los manantiales. Después de la huida de los antiguos dioses y de la destrucción de sus templos, los pueblos cristianos continuaron en muchos lugares venerando el nacimiento de las aguas: como en las fuentes del Cefíso en Beocia, donde se ven, una al lado de otra, las ruinas de dos ninfeos griegos con sus elegantes columnas y la pesada arquitectura de una capilla de la Edad Media. En la Europa occidental también algunas iglesias y conventos han sido construidos a orillas de las fuentes, pero en muchos otros lugares los parajes encantadores de cuyos suelos brotan alegremente las primeras aguas han sido maldecidos como lugares endemoniados. Durante los dolorosos siglos de la Edad Media el temor transformó a los hombres; les hizo ver rostros grotescos allí donde nuestros antepasados habían sorprendido la sonrisa de los dioses, y tomó en antesala del infierno la alegre tierra que para los helenos fue la base del Olimpo. Los oscuros sacerdotes, intuyendo que la libertad podría renacer del amor a la naturaleza, rindieron la tierra a los genios infernales entregando a los demonios y fantasmas los robles en los que en otro tiempo moraban las dríadas y las fuentes en las que las ninfas solían bañarse. Al lugar donde brotaban las aguas acudían los espectros de los muertos para unir sus sollozos a los quejidos lastimeros de los árboles y al murmullo sordo del agua contra las piedras. Era también allí el punto de reunión de las bestias salvajes donde por las noches el siniestro hombre-lobo se emboscaba detrás de un arbusto para lanzarse de un salto sobre los caminantes y convertirlos en cabalgadura suya. En Francia hay no pocas "fuentes del diablo" y "bocas del infierno" que los campesinos supersticiosos evitan sin que se encuentre de infernal en esas fuentes temidas otra cosa que la salvaje majestad del lugar o la turbia profundidad de sus aguas.”

La imagen corresponde al nacimiento del río Segura.