2.1.09

Luz de luna (Navidad)

Me gustaría haber escrito sobre estas fiestas, que me resultan agradables. Me gusta la luz natural y artificial que las acompaña, el bullicio en la calle, el ambiente amigable. Indudable su carácter pagano y solar. Celebración invernal antes del recogimiento de Enero, ese mes dedicado a Jano, el de las dos caras. Tras las fiestas parece que la vida queda suspensa a pesar de sus soleados, desconcertantes gélidos días. Al final de mes el aire tibio de algunas tardes y la flor de los almendros nos avisan de que la primavera está en camino... Me gustaría haber escrito sobre ello pero, a veces, no encontramos las palabras ni las imágenes. Así que cambio la luz del Sol por la de la Luna. Sus indescriptibles matices son el objeto de estos párrafos de Pessoa que anoche descubrí avanzando en la lectura que estos meses me entretiene: su Libro del desasosiego:

"Y sin ver, sin pensar, con los ojos ya cerrados sobre el sueño ausente, medito con qué palabras verdaderas se podrá describir un claro de luna. Los antiguos dirían que la luz de la luna es blanca, o que es de plata. Pero la blancura falsa de la luz de la luna es de muchos colores. Si me levantase de la cama, y viese por detrás de los cristales fríos, sé bien que, en el alto aire aislado, la luz lunar es de un blanco ceniciento azulado de amarillo esfumado; que, sobre los tejados varios, es desequilibrios de negrura de unos para con otros, ya dora de blanco negro las casas sumisas, ya alaga de un color sin color el encarnado castaño de las tejas altas. En el fondo de la calle, abismo plácido, donde las piedras desnudas se redondean irregularmente, no tiene color salvo un azul que procede tal vez del ceniciento de las piedras. Al fondo del horizonte será casi de azul oscuro, diferente del azul negro del cielo de fondo. En las ventanas en que da, es de un amarillo negro.



Desde aquí, desde la cama, si abro los ojos que tienen el sueño que no tengo, es un aire de nieve vuelta color en el que flotan filamentos de madreperla tibia. Y, si lo pienso con lo que siento, es un tedio vuelto sombra blanca, que se oscurece como si los ojos se cerrasen sobre esa confusa blancura."

(La cita se encuentra en la página 157 de la edición del libro del Círculo de Lectores en 1989).