9.1.11

París 2010-2011



29-dicbre-2010

Noche en el “Grand” Hotel Du Havre (rue d’Amsterdam), cerca de la Magdalena y la Ópera de Garnier y del boulevard Haussmann (frente a la estación de St. Lazare). Presuntamente el hotel es de tres estrellas pero deja mucho que desear con respecto a los establecimientos de esta categoría en España (por ejemplo, no tiene cortina ni mampara en la bañera-ducha). Pero hay que reconocer que tiene empaque y está bien situado.

Hemos llegado a él sobre las 14 horas después del gran estrés de las casi últimas 24 horas: ayer salimos de casa a las 17:30 y llegamos al apartotel de Torremolinos dos horas después. Más tarde buscamos un sitio para cenar (resultó una pizzería atendida por amables –y tardones- argentinos) y regresamos al establecimiento, que debió vivir su gloria a principios de los años 70 y que, al parecer, se ha convertido en un envidiable centro para turistas del Inserso.

Allí nos levantamos a las 6 de la mañana y ya ha sido casi no parar: parking-aeropuerto-vuelo-traslado a París-comida-(breve descanso de 30 minutos) y Ópera-Magdalena-Concordia-Sena (para ver la Torre Eiffel por deseo de Elena)-plaza Vendôme-hotel-ducha-cena en pizzería. Tráfico excesivo en París y gente con su vida cotidiana celebrando las fiestas (nunca he sentido a los parisinos tan cerca).




Jueves 30 y viernes 31 de diciembre

El jueves nos dirigimos a Notre Dame y visitamos su interior. Desistimos de subir a las torres (otra vez será: lo prometido es deuda) ante la enorme cola que encontramos, la demora que supone y el frío imperante. Nos encaminamos al Louvre pero la cola, las bajas temperaturas y el apetito nos pueden, así que igualmente a pie, y por las riberas del Sena, enfilamos hacia el Museo d’Orsay. Regresamos al hotel exhaustos por la caminata y el intenso día y cenamos en un restaurante que está en su misma acera llamado L’Atlantique. Aunque previamente hacemos una visita a la también cercana FNAC.

Último día del año (viernes). Toca la Torre Eiffel, pero no se puede subir a su planta superior porque sigue envuelta en niebla. Al bajar paramos en la primera planta, en la que encontramos una pista de patinaje de hielo y tomamos algo caliente en la barra (también de hielo!) del kiosco anejo. De allí al Louvre pasando por Trocadéro y sus tenderetes; al museo accedemos desde la estación de metro, encontrándonos con una cola mucho menor que la del día anterior además de estar a cubierto del frío. Comemos unos bocadillos en una de sus cafeterías y nos internamos en las salas repletas de gente y mala educación.


1-enero-2011

Han pasado raudos los días de aquí. Y felices. Quizás deberíamos haber contratado una noche más.

Ayer nos echaron del Louvre a las 5 de la tarde; quedaron muchas cosas por ver, como la Venus de Milo, en la que tenía interés nuestra hija. Por la noche cenamos en un restaurante llamado Hippopotamus (o algo así), perteneciente a una cadena. Estaba en la plaza de Clichy donde fuimos buscando el Bistro Romano en el que comimos la vez que vinimos cuando Elena era pequeña. Luego volvimos al hotel, donde pasamos la Nochevieja.

Hoy hemos echado quizás el día más agradable, aunque también el más triste; por la despedida. Por la mañana hemos ido a Montmartre, pasando por Le Moulin Rouge y el cementerio de este barrio. Hemos acudido a pie, pues no está lejos del hotel. También hemos pasado por la casa de Theo Van Gogh y Le Moulin de la Galette.




En el Sacré Coeur hemos escuchado a un hombre tocando el arpa que nos ha emocionado. Estaba en la escalinata de bajada, como aquellos otros músicos que recuerdo de mi primer viaje a esta ciudad. Luego he tomado un café a los pies de la escalinata y hemos continuado por una calle plagada de trileros, en busca de la boca de metro de Auvers. Nos bajamos en la parada de la plaza de la Bastilla y, tras atravesar la plaza de los Vosgos, hemos recorrido Le Marais (el barrio judío), donde hemos comido divinamente en un restaurante cuyo menú del día nos atrajo, sin decepcionarnos, y que ha resultado llamarse “Le Gai Moulin”.



Luego hemos pasado por el centro George Pompidou y Les Halles y hemos seguido andando hasta el Barrio Latino, mientras anochecía y caía un suave sirimiri. Solo hemos llegado hasta el Panteón, pues Elena estaba cansada. En metro nos hemos acercado brevemente al arco de triunfo de L’Etoile y hemos regresado al hotel después de las 6 de la tarde. Me he sentido feliz paseando.




Se me ha acabado la antigua libreta de viaje y se ha acabado el año. Ojalá el que ahora comienza sea mejor que el hemos dejado atrás. Ojalá resulte tan feliz como el día con el que lo hemos comenzado.