24.6.13

Chele y Carlos (la noche de San Juan)



Sigo dudando mucho con respecto al título de esta entrada. Tal vez hubiera sido más adecuado “Carlos y Chele” o “noche de San Juan (Carlos y Chele), pero es que cuando se quiere a la gente cuesta trabajo titular su importancia, la huella que nos han dejado.

Lo cierto es que hasta hace poco Carlos Fisher y Chele nos invitaban a su casa en la plaza de Aguayos para celebrar la noche de San Juan. Con una hoguera en su patio que debíamos saltar y con la generosidad que les caracteriza: siempre había una cerveza o refresco para quiénes apareciésemos por allí, así como abundante comida. Por otra parte era una excelente ocasión para encontrarse con otros apreciados amigos como Casi, Antonio Suárez, Cristine o Pilar.

Hoy Karl sufre una penosa enfermedad que le impide reconocer a los amigos, mientras Chele lo sigue cuidando con el amor que solo personas de su inusual corazón pueden hacerlo.

En su honor, en su memoria, por el desinteresado aprecio que siempre me han mostrado, anoche decidí hacer una pequeña hoguera de San Juan. En un gran cenicero de cerámica quemé una planta de albahaca seca; y papelitos escritos con los nombres de los males que quiero desaparezcan de mi vida. Su olor fue bueno y el titilar de las llamas me transportó a aquellas noches felices en la terraza o en el comedor de Chele y Carlos (tanto monta). Una llama que me recordó enormes, envidiables buenos corazones.


Foto tomada de Practicopedia.


15.6.13

Cerro Muriano: Historia de la minería en Córdoba



Inesperadamente tengo la suerte de conocer en persona a Fernando Penco Valenzuela. Tenía excelentes referencias de este eminente arqueólogo por parte de amigos comunes tales como José Luis Reyes Lorite, Jerónimo Sánchez  y Fernando, el peluquero de nuestro barrio tan interesado por la lectura y el conocimiento de la Historia y Córdoba.

Nos encontramos en un acto de inauguración de una exposición fotográfica de José Luis Reyes Criado y aunque apenas me conocía, ni tenía compromiso alguno conmigo, pues mi único contacto con su familia fue en el  encuentro durante nuestra excelente excursión por Peña Melaria, enseguida me promete el obsequio de su estupendo libro sobre Cerro Muriano. Dice que me lo hará llegar prontamente, y luego me entero de que lo dejó al día siguiente en nuestra común peluquería de Fernando; aunque yo lo recojo muchos días después porque mi pelo no es suficientemente largo, mi tiempo también es corto y Julián, nuestro estimado carnicero, que tenía su establecimiento junto al de Fernando, ha cerrado repentinamente (la crisis), por lo que ya no necesito pasar por esa calle con la asiduidad de antes.

El libro, dedicado (como tengo la manía con respecto a quiénes escriben libros y conozco personalmente) está editado por Almuzara en el año 2010. Como promotor de esta edición figura el Ayuntamiento de Obejo, localidad a la que, sin darme cuenta y sin ningún tipo de intención, me veo cada vez más ligado: la última vez con el Encuentro Agro-Arte en La Fresnedilla y antes con la Danza de la Espadas y el Retablo de los Ángeles que conozco gracias al amigo Paco Madrigal.

El volumen, de excelentes 245 páginas, arranca con un análisis geográfico de la zona. Le sigue una serie de capítulos dedicados a la evolución histórica (Horizonte Tartésico, Hace 2000 años, al-Andalus) y termina con dos capítulos dedicados a la arqueología y a la numismática del lugar. Se le añaden finalmente dos apartados dedicados a la epigrafía y la imprescindible  bibliografía.

Los gráficos, dibujos y fotografías abundan, lo que hace más atractiva y fácil de comprender esta obra que yo considero esencial para conocer el pasado de nuestra provincia.

Muchas gracias, Fernando.