Desde hace tiempo les vengo
diciendo en broma a mis amigos que yo, cuando entro en Internet, no navego,
sino que naufrago. Porque sé de dónde parto (lo que busco, lo que quiero) pero
no donde acabaré. En esta navegación los cantos de sirena son tantos, tan
diversos y atractivos que uno acaba perdiéndose
en la telaraña del conocimiento (o
“información”, que ya no lo tengo tan claro).
Pero no toda la responsabilidad
de la zozobra corresponde a la Red. En mi revistero se almacenan publicaciones
periódicas gratuitas y de pago, que resultan imposibles de “gestionar” (léase
leer, seleccionar, desechar/aprovechar). También son cantos de sirena.
Es como si uno hubiera pedido un
deseo: “estar informado” y un genio burlón lo hubiera hecho realidad (no
querías información: ¡ahí tienes!).
Ya sé que “información” no es
“conocimiento”, pero difícilmente se puede llegar al conocimiento sin un mínimo
de información.
Lo ideal para mi sería poder
retirarme a algún lugar aislado acompañado de un buen libro. Al abrigo de la
trepidante información que circula por las redes sociales (FB, Twitter…) pero,
al leerlo, ¿no sentiré la tentación de saber más cosas sobre su autor/a?
¿Alguien me ayuda al respecto? ¿algún
consejo? ¿alguien me puede decir qué hago con mis recortes de periódico?. De
veras que mi S.O.S. es sincero.
P.D. 1: escribo esto mientras
cientos de emails esperan que al menos los lea.
P.D. 2: qué cantidad de papel
(periódicos) obtenemos a tan bajo precio.