3.1.14

Italia 2013 (2)


He caído en la cuenta que en la anterior entrada me había dejado llevar por el penoso asunto del hotel  y había olvidado tantas cosas buenas. De modo que me pongo manos a la obra para que no pasen desapercibidas, aunque las más de mil fotos disparadas servirán para dejar constancia de tantos momentos buenos y lugares bellos.

Llegamos al hotel  de Roma sobre las 19 horas del día de Navidad. Un par de horas después salimos para cenar y dar nuestro primer paseo nocturno por una ciudad bastante solitaria y con pocos locales abiertos, como es lógico en ese día. Por fin encontramos un restaurante que Alberto conocía y que resultó fenomenal no solo por la buena comida y lo acogedor del sitio, sino el buen hacer y la mejor talla humana de su personal, que no dudó en devolvernos la mitad de lo pagado porque habían tenido un error al hacer la factura. Como la comida y el sitio nos habían parecido tan buenos, no habíamos reparado en el importe final!

Joven como Diana
(Mº Termas)
En día siguiente nos dirigimos a las cercanías de Termini, pues otros amigos se incorporaban en ese momento al viaje y tenían reservado su hotel  por aquella zona. La idea era estar cerca para comer con ellos, pero un fallo de su móvil lo hizo imposible; de modo que nosotros estábamos cerca de su hotel mientras ellos iban al nuestro a buscarnos. Cosas de la tecnología.

En fin, que vimos la plaza de la República y la iglesia de Santa María de los Ángeles, todo ello construido sobre las colosales termas de Diocleciano. Luego el museo de las Termas, en cuya verja se podían ver frases de Séneca escritas en italiano e inglés. Dentro, además de las excelentes obras escultóricas, pictóricas, etc... que forman la colección permanente, tuvimos la suerte de ver una exposición temporal sobre los monstruos en la Antigüedad: gorgonas, minotauros, hidras, grifos... en mármol, cerámica, terracota... Una magnífica exposición. Tras ello San Carlino y San Andrés del Quirinal (que estaba cerrado por el receso del almuerzo). Igual ocurrió con el Éxtasis de Santa Teresa. Así que buscamos un sitio para comer que resultó un tanto penoso, pero la todavía presente resaca de Nochebuena y Navidad, mantenía muchos locales cerrados. Volvimos sobre nuestros pasos, por fin entramos en San Andrés, luego en Sta. Mª de la Victoria para fotografiar la obra de Bernini (esta  vez armado de trípode-monopode) que todavía no tengo claro si ha salido bien, a pesar de que Alberto echó una moneda para iluminar la obra, momento que fue aprovechado por numerosos turistas primermundistas, agarraos y gorrones. Luego fotografía a la portada de la cercana Santa Susana y entrada en el también próximo templo de San Bernardo (igualmente parte  de las susodichas termas). Tras ello visita al Palacio Barberini y su escogida colección. Finalmente, bajando por la Via Nazionalle, visita a los Mercados trajaneos, que abandonamos cuando se hace la noche.


Foro (Pompeya)
Al siguiente día viaje a Pompeya para  ver su impresionante, singular, yacimiento arqueológico; allí el dedo se me desbocó y tiré un montón de fotos  con las que prometo no atosigar a mis amigos (¡juro seleccionar solo unas pocas de entre las mejores y más significativas). Como en Italia anochece pronto, cerca de las 17 horas abandonamos el complejo, sobre el que nos llama la atención lo poco vigilado que está. Tal vez lo más adecuado hubiera sido pernoctar el Nápoles para disfrutar de la ciudad y también del museo donde se encuentran muchas de las obras halladas en Pompeya; pero "teta y sopa..." y teníamos pocos días de viaje. Otra vez será. A destacar lo dejados que tienen los italianos sus trenes, incluido el "flecha" (Alta Velocidad) que nos llevó de Roma a Nápoles y viceversa.


Ara Pacis (lateral)
El 28 teníamos reservada una visita a la villa Borghese a las 11 horas, así que con anterioridad nos encaminamos al mausoleo de Augusto (lo que queda) y al Ara Pacis, envuelta en un estupendo museo ad hoc. En la Borghese no se podían hacer fotos,  por lo que allí quedaron la Paulina Bonaparte, Caravaggio y otros maestros que sin embargo degustamos  con delectación. De vuelta para comer, paso por la plaza del Popolo.


La jornada siguiente nueva excursión: a Tívoli (Villa  Adriana y Villa d'Este). Tuvimos una guía políglota y muy amable que nos permitió ver el Teatro Marítimo de la adriana y nos sopló, consintiendo el consecuente retraso, la interpretación  de un concierto express en el órgano hidráulico de los jardines del hijo de Lucrecia Borgia. Por la noche disfrutamos del ambiente de la plaza Campo di Fiore sentados en una terraza.


Elefante, de Bernini
El día treinta paso la mañana recorriendo calles y lugares con la meta puesta en el Trastevere, ese barrio del que todo el mundo habla pero que no había conseguido visitar hasta  ahora . Previamente me paro en la plaza de España y no puedo fotografíar su fuente, llena de turistas a pesar de la lluvia. Sí que disparo sobre la fachada del cercano Colegio de Propaganda Fide, de mi admirado Borromini. Sigo adelante y fotografío el templo de Adriano, en cuyo interior hay una exposición de arte moderno que no tengo tiempo de contemplar. Más adelante el elefantito de Bernini, delante de la basílica Supra Minerva en la cual penetro y hago algunas tomas, aunque a la salida se me olvida hacer  lo propio con unas placas insertadas en su fachada (sigue lloviendo y es molesto fotografíar con un paraguas). Llego hasta il Gesu no sin antes, por fin, dar con el restaurante recomendado por Jerónimo. En el Gesu disfruto de lo lindo: bestial espacio, indescriptible la espectacularidad y funcionalidad del edificio. Hay un espejo para reflejar los frescos de su bóveda y mientras hago cola para fotografiarlo asisto sin querer a una ridícula e hilarante escena nacionalista (de los nacionalismos de las Españas). Sigo por Largo Argentina, y  además de sus ruinas, consigo fotografiar tres o cuatro gatos, bien resguardados de la lluvia que sigue cayendo. A estas alturas, y a pesar del paraguas, la cámara está mojada, lo que me hace temer por su suerte. También el objetivo lo está, pero no llevo mi siempre presente pañuelo de algodón ni tampoco los tissues limpiadores de lentes, por lo que decido entrar a una óptica para comprarlos. El señor que la atiende me dice que no tienen el producto y me ofrece un pañito de los que entregan cuando nos compramos unas gafas. Voy a pagarle y me dice que no es nada. Un alma generosa. Por fin encarrilo el Tíber (ese río que en Roma parece jugar al escondite, tal vez como, en menor categoría, el Manzanares en Madrid). Las aceras están preciosas (y peligrosas) con las doradas hojas caídas de sus plátanos. Veo una impotente Sinagoga y cruzo el puente Fabricio  llegando por fin a la isla Tiberina. De allí al Trastevere, donde deambulo sin rumbo por sus encantadoras calles hasta que, sin querer, llego a la basílica de Santa Cecilia con buen atrio, mosaico bizantino en su media cúpula y una encantadora escultura de la santa. Luego me dirijo a San Francesco a Ripa para ver la beata de Bernini, pero es la 1 en punto y la iglesia ha cerrado hasta las 14:30. Vuelvo sobre mis pasos para saborear el vino italiano, y un momento de reflexión, en un atractivo (y curioso) bar que vi poco después de desembarcar en el Trastevere (akbar). Retorno para  la comida cerca del palacio Farnese, en la plaza della Quercia (encina aún presente). La tarde la dedico a descansar y recoger velas de cara al regreso del día siguiente. Por la noche nos solazamos en Campo de' Fiori, que aumenta su nivel de animación a medida que avanza la hora. Nos llaman la atención las estilizadas  flamas de los calefactores de las terrazas en contraste con la estatua de Giordano Bruno, que murió allí en la hoguera; menos mal que los jóvenes le rinden tributo alrededor.

Día 31: triste. Regreso. Un taxi nos lleva a Fiumicino, donde el vuelo  de Iberia sale puntual y nos deja en Madrid poco después de las 14 horas. Teníamos previsto visitar una exposición en El Prado, pero cuando llegamos, alrededor de las 16 horas, está cerrado (es Nochevieja). Comemos unos bocadillos en la estación de Atocha, mientras vemos decenas de tortugas en el estanque del jardín tropical bajo hierro y cristal. Podemos adelantar el tren en el que montamos a las 18 horas.




4 comentarios:

Jerónimo Sánchez dijo...

qué gran viaje, Rafa ... una pena lo del hotel, pero con los italianos estos hay que tener mucho cuidado ... en cuanto a las fotos, son la rehostia, preciosas, y ya veo que te has puesto morao cada dos por tres, jajajaaaaa ... la pena es que para tan pocos días te has movido mucho, ¿no?

Gerardo dijo...

Rafa, el museo de las Termas está enfrente. El de las criaturas mitológicas era el Palacio Massimo.

Las exposiciones del Palazzo Massimo están organizadas por temas y ordenadas cronológicamente a lo largo de las cuatro plantas del museo. En el sótano se sitúa la que probablemente sea la parte menos interesante, compuesta por una extensa colección de joyas y monedas romanas correspondientes a diferentes épocas.
Las dos plantas siguientes están dedicadas a la escultura romana, donde se pueden ver diferentes copias de famosas esculturas griegas, además de impresionantes sarcófagos y bajorrelieves.
En la planta superior, la más interesante del museo, se pueden ver los mejores frescos romanos que se conservan en el mundo. Los frescos fueron despegados de las paredes de la Casa de Livia y la Villa Farnesina y, tras su restauración, reproducen los ambientes originales en los que se encontraban.

Rafael Jiménez dijo...

Jerónimo: estoy de acuerdo contigo también en que ha sido demasiado movimiento, y me hubiera venido bien más tiempo en Roma y más sosiego, pero soy un hombre fácil, y cuando los amigos se encargan de organizar la excursión y sacar entradas para ver sitios en tu compañía me cuesta trabajo negarme. Si que nos hemos puesto moraos, y lo peor ha sido que a la vuelta no ha habido tregua: polvorones, comidas, roscones de reyes... jajjaja (tengo que consultar la báscula).

Gerardo: le he llamado Museo de las Termas porque es más corto y era el antiguo nombre de esta colección. En realidad como bien dices, la Insitución se llama Museo Nacional Romano, lo que pasa es que está divida en varios edificios de la ciudad (como el Palazzo Massimo) y por abreviar... En cuanto a las fotos de las pinturas murales, me llamó especialmente la atención la del comedor de verano de Livia (un catálogo de plantas). Las seguiré subiendo a lo largo de estos días.

José Manuel Fuerte dijo...

Me alegro de que hayas disfrutado de lo lindo, a pesar de la lluvia. Roma es encantadora... no, más bien yo diría que espectacular, y pasear por el Trastevere una auténtica delicia. Tus fotos son geniales, como no esperaba menos.

Poder ver Pompeya es una de mis ilusiones, cosa que tengo pendiente de hacer. A ver si haces una entrada exclusiva y me informo más, y nos cuentas más detalles.

Un abrazo.