30.12.14

Viajes por el sur del Peloponeso



Este fin de semana acabo de terminar de leer este estupendo libro cuyo título es MANI. Viajes… y está escrito por Patrick Leigh Fermor. Me lo recomendó el amigo Fernando Penco, y me ha recordado mucho, naturalmente,  su libro sobre Tartessos.

De la obra me han gustado muchas cosas, además de la ágil y atrapante prosa en que están escritas sus 400 páginas. Para empezar el llamar la atención sobre una región de Grecia tan históricamente olvidada. También me ha gustado su alusión a Henry Miller (autor de El Coloso de Marusi), cuyo espíritu me parecía olisquear en la obra.

Imposible resistirse a la tentación de visitar aquella zona, con el mar y la contundente y rocosa tierra. Difícil resistirse a la historia de la región: espartanos, godos, bizantinos, eslavos, turcos, venecianos, románticos de la independencia griega…

Y unas impagables estampas de realidades pétreas y acuáticas, como sus montañas o las luminiscencias de las grutas marinas, tan ligadas a la mitología griega y a nuestro acerbo natural y cultural; porque, sin duda, una cueva natural en la playa mallorquina nos traslada irremisiblemente a aquellas grutas griegas donde nació Venus o se encuentra la boca del Infierno.

El libro me ha parecido un viaje en el tiempo y el espacio sobre aquella zona de Europa donde nació nuestra civilización. Una civilización, como otras, con sus luces y sombras, pero de la que somos irremediablemente herederos.

En fin, que el escrito de Fermor resulta luminoso, vitalista, estimulante… Aunque mejor leerlo que dejarse llevar por mis escuetos y torpes comentarios. Estoy seguro de que difícilmente nadie se arrepetirá.





23.12.14

Catastrazo





Cuando inicié este blog me hice la firme promesa de no hablar de política en él. Me parece que hasta el día de hoy la he cumplido, pero lo que me ocurrió ayer creo que trasciende el campo de la política. Y si no es así, casi me da igual. Porque han vuelto a meter la mano en mi bolsillo; y a fastidiarme otro poquito la vida. Y de eso va este blog: de la vida (la mía) …

En fin, que hace unos días recibí una carta del Ministerio de Hacienda, en la que se me anunciaba que el valor catastral de mi vivienda había sido “regularizado” y por ello debía ingresar una tasa de 60 €.

Cierto es que había oído hablar del “catastrazo” que pensaba perpetrar este gobierno de mangantes, corruptos, mentirosos e ineptos. El gobierno que no iva a subir los impuestos. Pero nunca pensé que me llegaría a mí, usuario de una vivienda de segunda mano que en su mayor parte todavía es propiedad del banco al que estoy hipotecado.

Pero, por lo visto, del catastrazo (otra fórmula de robo colectivo como el del rescate a los bancos) no se va a salvar casi nadie; al menos casi nadie decente, porque los de las tarjetas Black, los EREs y las PUYOLadas ya se sabe que no pagarán. 

Me dirijo a la oficina del catastro de mi ciudad, situada en el quinto pino (Centro Cívico La Fuensanta), donde ya el horario me vuelve a desconcertar: es lunes 22 de diciembre y el horario será de 10:30 a 15 horas. Para el día siguiente, martes 23 de diciembre, la cosa cambia: de 8 de la mañana a las 15 horas. De veras que no entiendo este baile de horas, ni el porqué la dichosa oficina la hayan situado en un sitio excéntrico y de pésimo acceso, cuando Hacienda cuenta con excelentes e inutilizados locales en el centro de Córdoba.

Llegué a la susodicha oficina temprano, aprovechando que tenía día de vacaciones y pensando que habría poca gente, pero con el caprichoso horario traté de aprovechar el tiempo desayunando en una pastelería cercana que descubrí llena de bellas caras y dando un paseo por ese agradable barrio obrero.

De vuelta a la oficina, me atendió un empleado joven que ante mis preguntas balbuceó que todo se debía a una ley existente desde 2005 pero que ahora había puesto en vigor el Sr. Montoro, ese Nosferatu nacional sin gracia que nos está vampirizando ora sí ora no.

Trato de explicarle al compungido oficinista que no entiendo por qué debe aumentar el valor catastral de mi vivienda, cuando sigue siendo igual que cuando la compré, según el notario sin “cargas ni gravámenes”.  El empleado hace una especie de puchero o mueca que interpreto con un “yo no sé nada”, “yo no fui”, “no tengo la culpa”, “me han soltado aquí solo”, “no me machaque, señor”, “perdóneme”… Y decido dejarlo tranquilo, porque supongo que tendrá días mucho peores, con personas desesperadas que no podrán tener la misma conmiseración que yo. El mismo oficinista me confiesa que esta “recalificación” afectará a la mayor parte de las viviendas de la ciudad.

Sin duda, tras la “revalorización” del calor catastral vendrá un aumento del IBI y del IRPF, tan propio del afán recaudador de nuestros gobiernos, sean de izquierdas o de derechas.

Y me marcho, casi sin indignación; convencido de que se trata de un robo más que debo aceptar estoicamente en este año de sablazos que anhelo termine pronto.

Cierto es que podía haber peleado, como me gusta aconsejar; podría haber hecho un recurso dentro de plazo y así, cuando menos, ganar tiempo. Pero la experiencia me ha demostrado que al final habré de pagar, luego de tantos quebraderos de cabeza y de esa pérdida de tiempo (trabajo blanco) y desgaste que supone la lucha infructuosa. Montesquieu hace tiempo que murió en nuestra democracia patria, si es que alguna vez nació. 

La falta de ilusión de que esto es una democracia, de que impera el derecho, salta por los aires a diario cuando nuestros gobernantes siguen actuando despótica e incontestablemente. Se esfuma ante la cotidiana comprobación de que los ciudadanos de a pie estamos indefensos antes los falsarios y filibusteros que manejan los resortes del poder.

Mientras regreso, y busco una oficina bancaria donde ejecutar la primera parte de este sacrificio, me vienen a la mente el mentado Montoro y sus amiguetes de Bankia o Gürtel, quienes estarán riéndose de los ciudadanos/paganos que apechugamos con todas sus imposturas financieras, religiosamente, mientras ellos derrochan nuestro dinero en tarjetas de crédito BLACK, amantes o dietas del Parlamento.

Sin embargo, me alejo casi feliz en la mañana fría y soleada por entre las calles de este alegre y pulcro barrio obrero que empieza a despertar, y que, por suerte, no se parece en nada a la podredumbre que mora en el corazón de España.


La imagen está tomada del blog: Economía a lo claro



17.12.14

La huella de la biología en las religiones antiguas (y IV): EL APRENDIZAJE





Sin pretender ser exhaustivo en este tema, como hemos tratado en los tres anteriores, citamos algunas afirmaciones de Burkert en su obra, en este caso relativas al aprendizaje:

  • “…Las experiencias de la infancia tienen un papel decisivo en el desarrollo de la personalidad” (página 61).
  •  “La repetición es un factor crítico en al aprendizaje, y en el ritual es fundamental” (pág. 62)
  •  “Todos los animales superiores está programados para aprender de sus mayores” (p. 62)
  • Al igual que “en los animales se han estudiado formas de aprendizaje por ansiedad” […] “ En muchas civilizaciones la enseñanza se realiza habitualmente mediante la amenaza y el maltrato, y no hay quejas sobre ello. Esto hace pensar en ceremonias de iniciación exóticas” (p. 63) [Como la circuncisión en el pueblo hebrero, luego explicada en la página 95].

AVISOS:
1)      Las negritas son nuestras, y solo para centrar el tema de la cita.
2)      Para no convertir este blog en “monográfico”, las glosas de este jugoso libro continuarán en FACEBOOK, en el apartado NOTAS de mi página en esa red social: https://www.facebook.com/rafaelji/notes


8.12.14

PARS PRO TOTO (La parte por el todo). La huella de la biología… III



Continúo con otra entrada referida al libro de Walter Burkert La creación de lo sagrado. La huella de la biología en las religiones antiguas. Es la tercera y el asunto al que principalmente se refería mi amigo Molón Suave en su blog.

Se trata de que (a menudo) nos vemos obligados a sacrificar la parte (una parte de nosotros) por el todo (la vida). La castración ritual puede ser un buen ejemplo de esto; y si queremos una prueba en la biología, ninguno más claro y cotidiano que el de las lagartijas, que no dudan en desprenderse del rabo para deshacerse de su perseguidor o depredador.

En fin, que la renuncia, a veces, nos permite sobrevivir.

Otro ejemplo que nos ofrece el autor del libro es el caso de Aristides, a quien un dios se le apareció en sueños para avisarle de su muerte en el un plazo de 3 días (página 73). Pero el dios le avisó la forma de evitar tal designio: realizar una serie de ceremonias… “y cortar una parte del cuerpo con el fin de salvar el todo”. No obstante, el dios, benigno, permitió algo sustitutivo para este trabajoso o violento sacrificio: dedicarle el anillo que llevaba. Y esto último nos remite a una obra más moderna como es El Señor de los Anillos, con la renuncia que debe hacer el héroe al final, que se asemeja a versiones anteriores de la Odisea (pág. 76).

El autor sigue abundando en ejemplos, como este tomado de James George Frazer: “En Tonga, en las Islas Friendly, era práctica común cortar un dedo o un pedazo de dedo como sacrificio a los dioses por la recuperación de un pariente de mayor rango que estaba enfermo”. O como las “mujeres hotentotes y bosquimanas cortan una sección del dedo de su hijo, especialmente si un niño anterior había muerto” para proteger la vida de este segundo hijo (p. 77).

En algunas de las famosas cueva paleolítica hay impresiones de la manos de personas que aparentemente trataban de entra en contacto con lo sagrado o de dejar una marca de su presencia. En una cueva algunas de esas manos están claramente mutiladas, y se ha supuesto que ya en esa época había algún tipo de sacrificios de dedos”. Un ritual que por lo visto ha sobrevivido hasta el siglo XX.

Sin embargo, parece que a partir del IV milenio A.C. los objetos de arcilla encontrados “muestran que ya entonces los dioses eran suficientemente benévolos para aceptar sustitutivos, como Asclepio hizo con Aristides. En la India, después de la prohibición del ritual por el gobierno británico, en ocasiones concretas la gente cortaba ceremoniosamente secciones de dedos hechos de masa, cumpliendo así con el ritual mediante el simbolismo” (pág. 79).

Y más modernamente “En nuestra civilización es común el consejo de dejar que el asaltante se lleve la cartera antes que correr el riesgo de recibir una puñalada o un balazo, arrojar por la borda parte de la carga de un barco durante una tormenta era una práctica común […]

Arañas que tienen patas que se rompen con facilidad, aves que puede “pelarse de terror”, zorros que se cortan con sus dientes la pata presa en una trampa, etc. son claros ejemplos de cómo “La perdida menor se compensa con el simple hecho de sobrevivir” (pág. 81).