16.8.14

Williams y Bacall (In memorian)



El pasado martes tuvimos noticia de la muerte de dos grandes actores. Dos enormes estadounidenses a los que admiraba y quería: Robin Willliams y Lauren Bacall. Parece que Williams se suicidó (ahorcado) porque atravesaba una fuerte depresión tras combatir la adicción al alcohol y las drogas. Bacall ha muerto por su edad, seguramente con la misma serenidad que siempre acompañó su elegante y sencilla belleza.

No se trata de sobrevalorar sus muertes cuando muere tanta gente a diario, tan valiosa, sean o no famosos, porque la vida es lo más preciado que tenemos y en estos días las guerras se han intensificado. 

Pero en concreto estos dos actores tenían un gran valor o, al menos, lo tenían para mí. Sin conocer sus vidas demasiado de cerca (no con la cercanía de las revistas del corazón) eran, a mi parecer, excelentes personas además de profesionales reconocidos universalmente por su gran talla. Personas con  talla ética que han dado la cara cuando tenían la mar de fácil mirar hacia otro lado. Y eso es de agradecer, y es una lección en este podrido mundo en que Don Dinero impera, trátese de la ideología que se trate.

Inefable Williams en sus papeles de El club de los poetas muertos, El rey pescador, Jumanji… Siempre sospeché que su mirada de los momentos álgidos era algo más que una interpretación. Este hombre lo vivía, lo experimentaba; esa mirada vidriosa y vibrante de emoción y melancólica alegría… Eso no se interpreta: se vive. Y es aquí donde está la cima de los grandes actores; y a lo mejor (o “peor”) por ese motivo muchos acaban mal. Vivir sentimientos intensos y elevados tiene su coste, como venimos sabiendo desde la antigua Grecia. No me puedo explicar de otro modo que un profesional de su talla y una buena persona (porque su rostro “no engañaba”), puede ser víctima del alcohol y las drogas. Le echaremos de menos, más como persona entrañable que como magnífico actor. 

Muy distinta desde el punto de vista personal ha sido la trayectoria de la divina Bacall, ese tipo de persona que es tan mito que a veces uno cree que hacía tiempo que había muerto. Pero ahí ha estado, ahí ha seguido, desde sus tiempos gloriosos  (y luchadores) de los años ’50 y ’60. Sin escándalos, pero siendo la primera contra la Caza de Brujas, en un momento en que un actor se lo jugaba todo; y cuando decimos todo, queremos decir “todo de todo”; no como ahora, que cualquier famosillo recula cuando desde Hollywood le llaman la atención por haber firmado un inofensivo manifiesto.

De Bacall, además de su talante de luchadora, me llama la atención su modestia, porque la hemos podido ver haciendo papeles secundarios, ya bastante mayor, incluso en una película española de bajo presupuesto (cuyo título no recuerdo pero que su joven director, mallorquín –creo recordar- afirmó que se podía titular "Las otras" en clara alusión al famoso film de Amenábar). Esta señora siempre aparecerá en mi recuerdo como lo que ha sido. No se me olvidará junto a Bogart encabezando la marcha contra el macartismo. Ni su belleza; ni la mención en una canción de Peor Imposible, ni a Terence Stamp imitándola espléndidamente en Priscilla… La antítesis, en fin, del repugnante Ronald Reagan.

La fotografía de Robin Williams procede de Que.es  y la de L. Bacall  del diario Deia