6.9.15

DESPEDIDAS II (4º B - 2015)



La verdad es que no sé bien como empezar. La última clase con ellos (o penúltima, que ya no recuerdo bien) fue sorprendente. No me esperaba tal cosa. Era una despedida después de 4 años juntos en los que les había impartido las clases bilingües de Ciencias Sociales (Geografía e Historia). Cuatro años muy agradables en los que cada día me mostraban su educación, respeto  y (creo) cariño. Y eso no quita las (escasas) veces en que hube de reprenderles, menos colectivamente que de forma individual, debido a mi papel de adulto y profesor. Sin embargo, en esa grata despedida de ellas y ellos, en su comprensión, obviaron esos problemas puntuales y solo resaltaron lo bueno. 

Su regalo, en esa última sesión fue doble: libros y palabras dirigidos a mí por todos y cada uno de ellos y ellas. Los libros versaban sobre mi escultor favorito: Bernini. Un regalo “bilingüe” que por sus excelentes ediciones debió costarles una fortuna. Pero, sin desdeñar ese esfuerzo económico, lo mejor fueron las palabras que me dirigieron y que, por razones de intimidad, pudor y modestia no voy a reproducir aquí, aunque siempre resonarán en mi corazón. Todo lo que hicieron supera amplia y generosamente la idea que tiene la sociedad en general sobre los profesores, a los que se les recriminan sus vacaciones y otros tópicos. Que te valoren como persona y como profesional es la máxima retribución de un profesor; sobre todo los tiempos que corren.

Cuando me entregaron su obsequio se me hizo un nudo en la garganta; no sé si lo percibieron, pero sin duda tuve que improvisar unas palabras; palabras que no recuerdo exactamente, pero que fueron sinceras aunque no sé si completas para todo lo que quería decirles. De modo que este escrito trata en parte de rememorarlas o suplir las carencias de mi discurso en esa ocasión. 

Afortunadamente he tenido buenos grupos el curso pasado (2014-15); gente interesante, amable e inteligente, con los que ya había convivido (larga y agradablemente) durante 3 años (como el 3º A y el B), o los nuevos de 2º A y B, cuyo  interés y cariño a lo largo de curso acabaron por eliminar sus reticencias iniciales (me parece) ante un profesor nuevo para ellos. Para nada este escrito trata de quitarles importancia para mí. Es más, lamento enormemente que el próximo curso no pueda “disfrutar” de estos grupos “gracias” a la absurda norma de la Junta de Andalucía que no me permitirá impartirles clase por tener solo el B-1, pero que sin embargo si permite y obliga a dar Música (de la cual no tengo ni idea) al igual que otras materias “afines” como Francés, Economía, Informática, etc. como otras veces me he visto obligado a impartir.

En fin, y volviendo a mi 4º B, he de precisar que jamás, jamás, he tenido unas clases tan agradables a última hora (1:45 a 2:45) como con este grupo. Y era los lunes y los viernes, hora esta última (por razones obvias) horrorosa para cualquier profesor y alumnado.

Los viernes instituimos las sesiones “musicales”, que hubieran resultado impensables sin la esforzada y desinteresada colaboración del profesor de Música e imponderable amigo Alberto Rubio. Sus videos en Youtube elaborados expresamente para estas sesiones, que los alumnos exigían en tales días y que combinaban música e imágenes de cada una de las épocas que estábamos estudiando. Cuando se agotaba este recurso, vimos películas alusivas a la época (Mª Antonieta de S. Coppola para la Revolución Francesa, Senderos de gloria para la I Guerra Mundial o El reino del mal para el nazismo y la II Guerra Mundial…)

Y todo ello adobado por la discreta pero determinante presencia de nuestra lectora Rebecca Turley, que nos acompañaba los miércoles a 1ª hora y cuyas excelentes aportaciones con vídeos didácticos en inglés, me impulsaron a hacer un “deplorable” (creo) rap sobre la Gran Guerra, e incluso a hacer cantar a toda la clase (gozosamente) otro sobre la Gran Depresión

En resumen, un grupo que, repito, ha sido para mí de muchas satisfacciones profesionales y, sobre todo, humanas. Y esto en un año que en lo personal ha sido muy duro para mí.

Y desde aquí quiero agradecerles sus muestras de aprecio.

Les deseo y auguro un gran futuro. No les olvidaré jamás (a ninguno de ellas y ellos).

P.S.: Sin duda (me di cuenta después) que en esta despedida colaboraron otros profesores a los que agradezco muy sinceramente su generosa dedicación. 



24.8.15

Benalmádena-Torrox-Nerja (2015)


Calle de Torrox

Mi semana de viaje, en gran parte recordatorio del que hice hace casi 40 años, comenzó en Benalmádena junto a buenos amigos. Recuerdo mi viaje a esta localidad malagueña cuando mi hermano Pepe y yo fuimos al Tívoli gracias al transporte gratuito que nos ofreció el amigo y compañero de oficina Fernando París. Dormimos en su coche. Y una noche de ese verano de 1974 o 1975, con 17 o 18 años (no recuerdo con exactitud) vimos un anuncio que indicaba “Aquarius”, y como nunca habíamos visto ese tipo de zoo de peces, nos lanzamos en su búsqueda. Al final, y después de recorrer calles desiertas de lo que parecía una urbanización, nos dimos cuenta de que el tal Aquarius no era sino un edificio de que formaba parte de un complejo urbanístico con nombres de signos del zodiaco.

Esta vez no he buscado tal construcción, entre otras cosas porque Benalmádena-Costa ha crecido mucho desde entonces. Tampoco he vuelto a visitar el parque de atracciones Tívoli, que tampoco me atrae, visto lo visto, como me ocurrió con su casa matriz de Copenhague.

El apartamento del amigo que me hospedó allí resulta muy agradable y luminoso, todo rodeado de un jardín con piscina y edificaciones de baja altura con muchas zonas verdes y arbolado. Allí hablamos de libros, filosofía y recuerdos. Dimos paseos y llegamos hasta Puerto Marina, donde comimos en buen restaurante italiano a la vista de muchos barcos, atracados o saliendo y entrando al embarcadero rodeado de edificios que se pueden calificar de “sandokanianos” por su pretenciosa estética ecléctica y pseudo-gaudiniana. Un verdadero homenaje al mal gusto.

Dos días después partí para seguir mi itinerario recordatorio. Me alojé en Torrox-pueblo, dónde, por el precio del hotel y su situación estratégica, creí que era ideal para mis fines.

El pueblo me pareció estupendo: bonito y limpio. Y el hotel rural (Al Andalus), gestionado desde hacía poco tiempo por una familia holandesa (creo), resultaba muy agradable. La pulcra localidad estaba ornamentada en algunas fachadas por azulejos que rememoraban su historia, además de señales que indicaban que forma parte de la “Ruta de Almanzor”, cuya existencia desconocía.

Ruta de Almanzor

Todo allí era tranquilidad, dónde parece haber una numerosa colonia de alemanes. Me chocó el que los nativos no te saludasen por las solitarias calles mientras sí lo hacían los extranjeros. En algunas tiendas de comestibles vendían higos chumbos (había muchas chumberas en los campos de los alrededores) y una vendedora ofreció uno gratis para degustarlo. Al verla pelarlo a mano, sin guantes, le pregunté si no pinchaba y me rebeló que sometidos al agua no lo hacían. Vi también una casa antigua  cercana al hotel (que lamentablemente no fotografié) dónde se ofrecían libros gratis en varios idiomas; me hubiera gustado charlar con quien la regentaba, pero la flojera que me dominaba esos días lo impidieron. Creo que pesó más mi necesidad de reposo o de liberarme de obligaciones.

En la plaza principal del pueblo, donde se encontraba su ayuntamiento, fue donde comí la mayoría de las veces, a pesar de que las sombrillas de las 4 o 5 terrazas no mitigaban suficientemente el sofocante calor (corroborado por los chinos de un bazar cercano que, para sorpresa mía entablaron conversación preguntándome de donde venía y al responderles me contestaron que habían trabajado en Córdoba y sabían de su calor). En fin, una “plaza dura” de esas que tanto se llevan ahora en Andalucía y en la que el segundo día empezaron a colocar unas estructuras de las que colgaron multitud de paraguas de diversos colores (algo parecido a los que se hizo en la calle Imágenes de Córdoba hace pocos años). Preguntando a los lugareños sobre el objetivo de la instalación, muchos titubearon y mientras unos decían que se trataba de una decisión del nuevo alcalde, otros opinaban que se trataba de darle color y sombra a la plaza. Fue curioso cuando estaba comiendo en la plaza y se levantó un  vendaval (de aire caliente, eso sí, y cayeron algunos paraguas al suelo, de modo que algunos nativos presentes se lanzaron a recoger esos paraguas como trofeo… incluso estuve tentado de comprarles alguno de ellos como recuerdo!…)

Almanzor entre sombrillas

En la misma plaza había dos esculturas: una dedicada al “Miguero” (que se me olvidó fotografiar) y otra a Almanzor. Por curiosidad pedí para comer uno de los días “migas de Torrox”, pero no fueron gran cosa; eran sosas y parecían grumos de harina cocidos y/o poco fritos adobados con poco chorizo y unos gajos de naranja. Los camareros de aquellas terrazas pecaban de una gran desidia y me dio la impresión de que hablaban más como los “granaínos” que como malagueños. Su desánimo, su fastidio en servirte, me recordó a los hosteleros almerienses y, sobre todo, a nuestra primera estancia en Las Alpujarras (Pitres) en los años 80, donde cada vez que solicitábamos una compra o un servicio todos se excusaban diciendo que ellos no se dedicaban realmente a “eso”. 

La visita a las cuevas de Nerja (otro de los objetivos de rememoración) resultó un fracaso, pues había una larga cola (casi de 1 hora) a pleno sol y con el calor reinante. Así que renuncié y me encaminé a Nerja para visitar el Balcón de Europa, del que tan gratos recuerdos guardaba.  El Balcón parecía no haber cambiado, con excelentes vistas a las estupendas calas de la localidad, aunque como novedad habían incorporado una escultura (de esas junto a las cuales las gentes gustan de fotografiarse) de Alfonso XII, quien visitó el lugar en 1885 y le dio nombre. El paseo o explanada junto al Balcón sigue siendo muy agradable, con muchas terrazas en una de las cuales, con ventiladores pulverizando agua, disfruté de una merecida cerveza. El casco antiguo lo encontré extenso y agradable, limpio y con calles entoldadas de triángulos blancos y muchas tiendas de todo tipo. La odisea fue el volver a encontrar el aparcamiento donde dejé el coche, y todo debido a una confusión (me temo que provocada) por su nombre. Estuve dando vueltas en un dédalo de calles hasta que un empleado de un taller mecánico me aclaró que existían dos parkings con el nombre de “Balcón de Europa” y que el que yo buscaba se apedillaba  “Carabeo”. En fin, que una vez encontrado y con los pantalones cortos bañados en sudor volví a Torrox-pueblo, donde, después de comer me refugié en el aire acondicionado del hotel.

Alfonso XII en el Balcón de Europa

Una de esas noches bajé a Torrox-Costa en taxi (9 €), donde se encontraba otro de mis objetivos pues fue allí donde pasé unos días en 1976. Aquello ha crecido enormemente, con un paseo marítimo extenso y muy animado. Pude acercarme al faro que recordaba y descubrí junto a él un mirador de hechura “calatraviana” que me pareció algo chirriante, aunque bajo su suelo de cristal rayado por las pisaduras se podía apreciar una antigua necrópolis (creo que romana) a pie de playa. Y ya de regreso en busca de un taxi descubrí la residencia o albergue de colonias donde en 1976 pasé tan buenos momentos con mi primo Pepe Álvarez, Flora y otra gente muy “salá”.

El calor, mi gusto cada vez menor por conducir, la apremiante necesidad de reposo y lo escaso del tiempo me hicieron desistir de otros lugares que tenía previsto visitar, como Salobreña, Almuñécar y Torrenueva, en la que me hubiera gustado volver a ver a mis amigos A. Suárez y Casi.

El último día incluso renuncié a visitar la cercana Frigiliana (que desconozco) y hacer allí la pequeña ruta de senderismo que ya tenía trazada por su Parque Natural. De modo que me quedé en Torrox relajándome y procurando estar al abrigo del calor.

Al día siguiente vuelta a Benalmádena para reencontrar a mis amigos, con quienes volví a Córdoba tras pasar la noche allí.

Regresar cuesta trabajo cuando lo has pasado tan bien, pero la compañía de esos amigos en el retorno resultó un bálsamo de cara a volver a la “Olla omeya”, según expresión de una buena amiga. 

He dejado testimonio del periplo en varias redes sociales (Instagram, Facebook…) Pero la mayoría de las fotos que hice se pueden ver AQUÍ.

15.5.15

Córdoba en mayo (domingo 10 de 2015)



Calle Imágenes.

He salido a hacer otra tanda de fotos de los atrapasueños que este año decoran la calle Imágenes. Allí me he encontrado con Goval y otros vecinos que continuaban su labor (aún no terminada) y recomponían los desperfectos sufridos por el vandalismo nocturno (ese incomprensible afán destructivo que parece haberse incrementado con la crisis).


Patio del palacio de los Villalones (Orive).

Después de prometer a Goval que subiré algunas de las tomas por si hay alguna que le sirva para tarjeta a editar este año, me he dirigido al palacio de Orive, donde se exhibe una colección de originales de carteles de la Feria de Córdoba de los últimos años. Esto me ha servido para penetrar en el patio de ese palacio de leyenda. El patio, con mezcla mudéjar enmascarada por el encalado, me ha parecido magnífico, con una luz tamizada por toldos blancos similares a los que estos días, previos al verano, van cubriendo las calles más comerciales de la ciudad. Mobiliario de sólida madera con estilo tradicional decoraba el  patio, además de ofrecer lugar de descanso a los visitantes. También había un panel en el que hacerse una foto poniéndole nuestra cara a La regadora, esa escultura de José Manuel Belmonte homenaje a los patios que se encuentra en la Puerta del Rincón


Casa neomudéjar.

He hecho las fotos, que engrosarán las imágenes de carteles de feria que se pueden ver en la enciclopedia wiki del Ateneo, y por la calle he fotografiado otros rincones, como la plaza de San Andrés con la portada del Palacio de los Luna y la deliciosa fuente que la precede. De regreso también he hecho una fotos de la casa neomudéjar que se enfrenta a la portada de la iglesia de San Andrés. Allí he tomado consciencia de los bonita que es Córdoba, y de lo amigable que resulta para el paseante. Esa mezcla de limpia sobriedad junto a la sensualidad de sus balcones floridos. Y eso a pesar de los cables, esa plaga que en Córdoba arruina tan bellas vistas. Las calles eran un continuo tráfico de gentes maravilladas.

He vuelto a la calle Imágenes por la laberíntica, solitaria y desconocida calle Cidros, para hacer otras tomas con distintos ángulos y luz.  Allí los vecinos continuaban su labor.


Guía con grupo en la plaza del Rector.

Al pasar por Santa Marina un numeroso grupo de visitantes atendía las explicaciones de su guía que, enarbolando una bandera azul los ha conducido luego hacia la plaza del Rector y los patios de Tafures nº 2 y Zarco nº 15.

Una maravilla de mañana. Una maravilla de ciudad.

19.4.15

Diez mujeres en la vida de Séneca... y más de libros



Ayer por la tarde acudí a la Feria del Libro para que el amigo Alberto Monterroso me firmase su última novela: Diez mujeres en la vida de Séneca, a cuya presentación asistí el pasado jueves no pudiendo quedarme hasta el final. 

Haciendo tiempo hasta el comienzo para las firmas, me di una ligera vuelta por la Feria. Allí hablé con Ana Rivas y Catina (de Fuentes Guerra) defendiendo su nuevo proyecto de La República de las Letras, inaugurado el día anterior en un agradable encuentro que me perdí. Más adelante Hisae Yanase y Antonio I. González me dicen jocosamente que me pusieron falta por no asistir a ese evento cuya invitación había recibido y en el que Hisae presentaba una exposición que quiero ver -y documentar- uno de estos días. Más adelante veo a la incombustible Herme a pie de mostrador de Títere. Luego el también asiduo amigo Manuel Patiño y sus artesanales Ediciones dePapel, que este año nos sorprende con “medicinas” para el alma (con su prospecto y todo!). De paso veo a la doctora y escritora Mª José Moreno que no sé si está presentado una nueva novela tras su entrañable Bajo los tilos; pero, por timidez, no me decido a saludar. Al igual que me pasa con Raúl Alonso, al que no conozco en persona pero que parece estar presentando libro en otra caseta.

Cuando estoy llegando a la caseta de firmas me encuentro con tres antiguos y apreciados alumnos, a los que hacía tiempo que no veía en persona (aunque hemos mantenido el contacto gracias a las TIC) y que están allí para lo mismo que yo: Adela, Antonio González, y Francisco José Molina (cuyo borrador de novela, lamentablemente, no he tenido tiempo de leer). Tres jóvenes que acabaron sus carreras pero a los que la crisis los ha golpeado con fuerza. Están trabajando y sobreviven, pero de ninguna manera en el trabajo para el que están altamente preparados. Francisco José emigrará en breve a Inglaterra porque aquí no encuentra empleo. Otra fuga de jóvenes valiosos.

En la caseta de firmas me encuentro con Alberto Rubio, que acude con idéntico propósito. Se nos une Antonio Suárez-Varela que va de paso.Tras las firmas y las fotos, hemos de desalojar la caseta porque llegan otros autores a hacer lo propio: casualmente se trata de Manuel García Parody y el amigo Manuel Toribio y su reciente obra Cuatro cordobeses para la historia,  a cuya presentación hace unas semanas tampoco pude asistir…

He echado de menos la caseta del amigo Óscar Morales (editorial Séneca), aunque recibí su invitación para la presentación del libro del también amigo Emilio Navarro: Castillos y fortalezas del valle medio del Guadalquivir.

En fin, que siga la fiesta de los libros (y no llueva!).

22.3.15

2 filósofos españoles

           
              

Recientemente hemos puesto en marcha unas tertulias filosóficas con gratos antecedentes. Un grupo de amigos, amigas, conocidos… acordamos reunirnos una vez al mes para charlar sobre un libro que nos interesase. Se trataba de evitar hacerlo en los brevísimos encuentros en medio de nuestro trabajo, o de nuestro ocio.

Como primer autor se eligió a un filósofo español bastante desconocido: George Santayana. Es cierto que, por razones familiares, se fue de España siendo niño y que su obra la desarrolló sobre todo en los EE.UU. y luego en su retiro italiano.  Pero sus raíces hispánicas (Ávila), de las que nunca renegó, son innegables. Y no deja de parecerme chocante el ninguneo que ha sufrido por parte de las autoridades españolas. Las de ahora y las del anterior régimen.

En el otro extremo se encuentra García Bacca, exiliado al que difícilmente se le ve en la nómina de los pensadores importantes de origen español.

Ambos me parecen extraordinarios. A ambos los he conocido accidentalmente. Como parece que suele ocurrir en España con sus personalidades y otras cosas. No creo pecar de chovinismo, pero me gusta conocer lo cercano. 

6.1.15

Comisiones históricas (Jaén Morente)





Comienza el año con obsequio de libro. El amigo Manuel Toribio me regala su última edición: una nueva e interesante entrega obra del historiador cordobés Jaén Morente, del que considero se está convirtiendo en máximo especialista.

El volumen recoge un capítulo de las “Comisiones históricas” del reinado de Fernando VI. Se trata de documentos referentes a Córdoba: “algunos papeles de la Colección Vázquez Venegas”.

Manuel Toribio lleva a cabo la introducción  y edición de la obra, que ocupa unas 90 páginas, y que al final incorpora un muy útil índice de términos.

El material publicado, inédito hasta ahora, se compone de un inventario detallado de documentos de la colección documental realizada por José Vázquez Venegas, canónigo de la colegiata de San Hipólito de Córdoba, a expensas del rey, para recopilar los documentos más importantes de los archivos tanto laicos (municipales, nobleza) como de los eclesiásticos (catedral, monasterios).