13.6.17

La muerte


Ayer fue el amor y hoy la muerte la que me toca. Me acabo de enterar de que ha fallecido mi Tita Rafalita (Rafaela Jiménez Fernández), la última de la saga de hermanas y hermanos de mi padre. Con ella y con mi abuela Paca me crié hasta los 9 años, gozando de todo su  impagable cariño. Luego seguimos en contacto ¡Cómo no, dónde hay tanto aprecio! Éramos, somos, una familia a la antigua usanza: extensa pero siempre unida a pesar de las distancias (físicas, temporales, sociales…) que la vida actual nos dicta. Nunca dejé de visitarla, ni en su casa ni cuando hubo de ingresar en un residencia de ancianos; era soltera. En los últimos años, ya en la residencia, procuraba visitarla al menos cuatro veces al año: por su santo (llevo su nombre porque era mi madrina), en Navidad, en Primavera o Semana Santa (según mi calendario laboral) y en verano. Fallé en la última primavera porque los problemas personales o familiares se me vinieron encima; como si estuvieran agazapados para amargarme la jubilación, que yo anhelaba más gozosa.

Ahora se ha ido para siempre, con discreción, como ella siempre ha vivido. Sin alharacas, quejas o llamadas de atención. Una mujer trabajadora y luchadora. He llorado mucho esta noche y sin duda lloraré mañana en su funeral. No voy a reprimir mis sentimientos. Creo que es el mejor tributo que le puedo rendir a alguien que tanto me ha querido y lo ha demostrado. Y a quien yo tanto he querido.

Como mis torpes palabras no están a la altura de su ser, dejó aquí un poema del gran Quevedo. En su honor:


AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa;

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.



12.6.17

Amores



Sin duda, si hay algo opuesto a la razón  es el amor. La razón la tenemos inoculada desde la Ilustración; como si fuera en remedio, o antídoto contra todo. Es mentira. Ya muy pronto Goya, que vivió esa época de exaltación de la Razón, acabó concluyendo que la razón produce monstruos. Y ahí andamos (o ando).

El amor surge de cualquier manera. Inesperadamente. Por que sí. Es exuberante, como una planta; si te planteas el porqué o el cómo existe esa planta en ese lugar, te acabas convirtiendo en un entomólogo, un racionalista, un ser frío, aunque muy científico (jajajaja!).

Se me ocurren un montón de canciones  al respecto: creo que la canción es la mejor forma de comunicación de nuestra época. Y para no aburrir enlazo solo una de Bruce Springsteen de un disco que me gusta mucho y cuyo vinilo (The River) tengo y escucho desde hace más de 30 años, cuando no era famoso: Se llama Hungry Heart y se puede escuchar pinchando en el título.

Amor y amistad derivan de la misma palabra. Ambos conceptos son muy importantes para mi. El amor es un sarampión agradable pero pasajero, al menos en su intensidad. La amistad perdura, aun sin parecer tan intensa. Tiene un largo recorrido. Parafrasendo algo que he leído en algún libro o sitio: “La estrella que refulge fuertemente tiene una vida corta”. Y no me considero un cortoplacista, aunque los fuegos artificiales también me agraden.