27.12.17

VIAJE A EGIPTO 2017 (III)


Pirámides satélites y la de Micerinos al fondo

2ª JORNADA: Giza

Comenzamos el día trasladándonos a Giza, concretamente a una altiplanicie desde la que, tras una vaguada a veces transitada por  gente en camellos o caballos, podíamos ver, entre brumas, la pirámide de Micerinos precedida de otras pirámides menores. Luego avanzamos hacia ella y la rodeamos en dos de sus lados. Nos paramos en algún templo donde nuestro guía nos habló de aquellos lugares. Desde este punto se contemplaba una bella imagen de la pirámide de Kefrén. A que nos acercamos y vimos los restos de su templo funerario y el  arranque de su calzada hacia el templo del valle y la Esfinge.

Luego nos dirigimos hacia la Gran Pirámide (Keops), dónde antes de llegar nos acosaron varios vendedores: fotos en o junto a su camello, tocados árabes, etc. Accedí a algunos de sus ofrecimientos antes y después de penetrar en el Museo de la Barca de este faraón en cuyo interior no hice fotos por el sobreprecio que esto suponía; y no por cicatería, sino por principios: si tengo que pagar por visitar un lugar no me parece bien tener que pagar un extra por fotografiarlo, sobre todo teniendo en cuenta que está hiperfotografiado y sus imágenes disponibles gratuitamente en Internet. Y es que me gusta hacer fotos originales.

A la salida de este museo nuevo acoso de los vendedores, con alguno de los cuales me hice fotos ataviado a lo árabe. Luego entrada a la pirámide de Keops pero antes le pedí al amigo Antonio Suárez que me hiciese una foto parecida a la que tengo de 1991, en una de las gradas de este monumento. El guía me insistió en que entrase, aunque no tenía ganas porque ya lo había hecho, casi en solitario, la vez anterior y me echaba para atrás tener que andar casi a gatas durante un cierto trayecto, cuya altura parecía que habían aumentado desde entonces y solo había que cuidar un poco la cabeza. Siguiendo la recomendación de nuestro guía español (Manuel J. Delgado) llegué hasta el arranque de la Gran Rampa, donde permanecí durante 10 minutos más o menos. Mal sentado en una escalinata formada por escalones de metal en forma de grapa en la que se te incrustaba en la espalda el escalón de más arriba. Aquello era una feria, un trasiego de gente que había accedido a la Cámara del Rey sin apenas darle importancia. Necesitaba aire y me salí. Nunca debí haber entrado.


Sobre la Gran Pirámide (Foto de A. Suárez)


A  la salida fueron reagrupándose los miembros del grupo y, una vez todos juntos, visitamos restos del templo previo a la pirámide y, en requiebro de su laberíntico trazado, nos despistamos tres del grupo. Seguimos las indicaciones de  los guardianes del lugar pero no conseguimos dar con la pista del resto del grupo. No me encontraba especialmente estresado o, al menos, no era consciente de ello porque nuestra próxima parada no tenía pérdida: la Gran Esfinge, a la que se accedía descendiendo una gran avenida que teníamos a la vista y que llegados a ella nos permitió reunirnos con el resto del grupo, que al parecer se había retrasado. Una vez reagrupados y en la cola para acceder a la Esfinge, y tal vez agobiado por las fotos o selfies que algunos nativos querían hacerse con nosotros, sentí un poco de mareo. Serían las 15 o 15:30 horas y a plano solano cuando noté un cierto mareo. Iba a avisar al grupo cuando perdí la consciencia. La recuperé cuando nuestro microbús nos trasladaba a una farmacia. En el trayecto, mis ángeles guardianes (Marijo/Rosa – Rosa/Marijo), expertas en salud, me contaron lo ocurrido porque había perdido la memoria inmediata: un ataque epiléptico en el que convulsioné durante pocos minutos. Les dije que no era epiléptico pero, como buenas profesionales de la salud, me indicaron que eso no era importante, pues este tipo de ataques pueden ocurrirle a cualquier persona. Me llevaron a una farmacia donde me tomaron la tensión: tenía de máxima 21. A continuación me trasladaron a un médico que me volvió a tomar la tensión (la tenía ligeramente más baja), me suministró una pastilla bajo la lengua y una inyección. 

El resto de la tarde, como el resto de los días, transcurrieron normalmente. Tras el médico y ya todo el grupo junto, fuimos a merendar-cenar en la terraza de un restaurante al aire libre con un jardín en el que tenía jaulas con algunos animales. La cena, el restaurante y el ambiente me sentaron bien. Luego fuimos a descansar al hotel Mercure Cairo Le Sphinx donde nos alojábamos. Un apreciado descanso.


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