Pirámides satélites y la de Micerinos al fondo
2ª JORNADA: Giza
Comenzamos el día trasladándonos a Giza, concretamente a una
altiplanicie desde la que, tras una vaguada a veces transitada por gente en camellos o caballos, podíamos ver,
entre brumas, la pirámide de Micerinos precedida de otras pirámides menores.
Luego avanzamos hacia ella y la rodeamos en dos de sus lados. Nos paramos en
algún templo donde nuestro guía nos habló de aquellos lugares. Desde este punto
se contemplaba una bella imagen de la pirámide de Kefrén. A que nos acercamos y
vimos los restos de su templo funerario y el
arranque de su calzada hacia el templo del valle y la Esfinge.
Luego nos dirigimos hacia la Gran Pirámide (Keops), dónde
antes de llegar nos acosaron varios vendedores: fotos en o junto a su camello,
tocados árabes, etc. Accedí a algunos de sus ofrecimientos antes y después de
penetrar en el Museo de la Barca de este faraón en cuyo interior no hice fotos
por el sobreprecio que esto suponía; y no por cicatería, sino por principios: si
tengo que pagar por visitar un lugar no me parece bien tener que pagar un extra
por fotografiarlo, sobre todo teniendo en cuenta que está hiperfotografiado y
sus imágenes disponibles gratuitamente en Internet. Y es que me gusta hacer
fotos originales.
A la salida de este museo nuevo acoso de los vendedores, con
alguno de los cuales me hice fotos ataviado a lo árabe. Luego entrada a la
pirámide de Keops pero antes le pedí al amigo Antonio Suárez que me hiciese una
foto parecida a la que tengo de 1991, en una de las gradas de este monumento.
El guía me insistió en que entrase, aunque no tenía ganas porque ya lo había
hecho, casi en solitario, la vez anterior y me echaba para atrás tener que
andar casi a gatas durante un cierto trayecto, cuya altura parecía que habían
aumentado desde entonces y solo había que cuidar un poco la cabeza. Siguiendo
la recomendación de nuestro guía español (Manuel J. Delgado) llegué hasta el
arranque de la Gran Rampa, donde permanecí durante 10 minutos más o menos. Mal
sentado en una escalinata formada por escalones de metal en forma de grapa en
la que se te incrustaba en la espalda el escalón de más arriba. Aquello era una
feria, un trasiego de gente que había accedido a la Cámara del Rey sin apenas
darle importancia. Necesitaba aire y me salí. Nunca debí haber entrado.
Sobre la Gran Pirámide (Foto de A. Suárez)
A la salida fueron
reagrupándose los miembros del grupo y, una vez todos juntos, visitamos restos
del templo previo a la pirámide y, en requiebro de su laberíntico trazado, nos
despistamos tres del grupo. Seguimos las indicaciones de los guardianes del lugar pero no conseguimos
dar con la pista del resto del grupo. No me encontraba especialmente estresado
o, al menos, no era consciente de ello porque nuestra próxima parada no tenía
pérdida: la Gran Esfinge, a la que se accedía descendiendo una gran avenida que
teníamos a la vista y que llegados a ella nos permitió reunirnos con el resto
del grupo, que al parecer se había retrasado. Una vez reagrupados y en la cola
para acceder a la Esfinge, y tal vez agobiado por las fotos o selfies que
algunos nativos querían hacerse con nosotros, sentí un poco de mareo. Serían
las 15 o 15:30 horas y a plano solano cuando noté un cierto mareo. Iba a avisar
al grupo cuando perdí la consciencia. La recuperé cuando nuestro microbús nos trasladaba
a una farmacia. En el trayecto, mis ángeles guardianes (Marijo/Rosa –
Rosa/Marijo), expertas en salud, me contaron lo ocurrido porque había perdido
la memoria inmediata: un ataque epiléptico en el que convulsioné durante pocos
minutos. Les dije que no era epiléptico pero, como buenas profesionales de la
salud, me indicaron que eso no era importante, pues este tipo de ataques pueden
ocurrirle a cualquier persona. Me llevaron a una farmacia donde me tomaron la
tensión: tenía de máxima 21. A continuación me trasladaron a un médico que me
volvió a tomar la tensión (la tenía ligeramente más baja), me suministró una
pastilla bajo la lengua y una inyección.
El resto de la tarde, como el resto de
los días, transcurrieron normalmente. Tras el médico y ya todo el grupo junto,
fuimos a merendar-cenar en la terraza de un restaurante al aire libre con un
jardín en el que tenía jaulas con algunos animales. La cena, el restaurante y
el ambiente me sentaron bien. Luego fuimos a descansar al hotel Mercure Cairo Le Sphinx donde nos alojábamos. Un apreciado descanso.
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