31.12.17

VIAJE A EGIPTO 2017 (y VII)


Avenida de los Carneros, a la entrada de Karnak


7ª y última jornada: Karnak e Isla de los plátanos

La última jornada estuvo dedicada a la ciudad de Luxor, concretamente al templo de Karnak y a la Isla de los Plátanos. Creo que fue el día que más tarde nos levantamos: a las 8 horas para salir a la 9. Estuvimos en el templo toda la mañana y lo recorrimos completamente e incluso participamos en pequeños “rituales”. Uno de ellos fue la fundación de la religión que adora al dios “Ptakh” (PTK). De modo que nuestro jefe de Expedición sacó una botella de vino que escanció en los que brindamos en un recóndito lugar a la sombra de los árboles (tarajes o tamarindos, creo). El sobrante de esta libación me lo ofreció Manuel J. Y lo saboreé durante la noche en mi balcón del hotel. Los otros, más formales, fueron la estancia a solas de 1 minuto cada uno de nosotros en la oscura capilla de la amenazante/protectora diosa Sekhmet para luego reunirnos todos dentro de ella tomados de la mano. Hermandad, buenos deseos y abrazos. Ni que decir tiene que no se me ocurrió tomar una foto de la estatua de la imponente diosa, porque hubiera sido desnaturalizarla. Y es que, a veces, hay fotos uno no debe tomar ya que la atmósfera se desvirtúa y es más potente el recuerdo que queda grabado en ese gran disco duro que es nuestro cerebro. El tercero de los rituales, aunque tal vez no en este orden, fue darle 7 vueltas al escarabajo tallado que se encuentra al aire libre para tener suerte. Enseguida fuimos imitados por turistas circundantes. Luego cada uno tuvimos la oportunidad de escuchar la resonancia producida en el obelisco tumbado y cercano, al golpearlo sencillamente con la mano cerrada. (¿Música del Universo?). Allí José Luis encontró una especie de pequeña moneda que le propuse comprar pero con la me obsequió. Gracias mil. 


Grafiti de Champollion en una columna de Karnak

El paso por su alta sala hipóstila me volvió a recordar a la película Muerte en el Nilo y en otra de sus salas un grafiti de Champollion, que también había hecho de las suyas como después lo hizo Rimbaud en el templo de Luxor y de la que ya he hablado.


Noria en la Isla de los Plátanos

Vista de Luxor desde la Isla de los Plátanos

Al atardecer, y frente a nuestro hotel, tomamos una falúa que atravesó el Nilo hacia poniente para llevarnos a la Isla de los Plátanos. Durante el trayecto nos ofrecieron un té y al llegar allí la visitamos, vimos algunos de sus animales enjaulados y una vieja noria y naturalmente los plátanos, cuyas abundantes piñas colgaban aquí y allá, algunas verdes todavía. Tras el recorrido nuevo ofrecimiento incluida la degustación de plátanos, dátiles y una cachimba (o como se llame) con tabaco aromatizado y pipas individuales en bolsitas. Fue la primera vez que fumé así, y me gustó.  Nos obsequiaron con un buen manojo de plátanos a cada cual, que yo decliné por los problemas gástricos que me ocasiona esta fruta que, por otra parte, tan saludables propiedades posee. Ya casi de noche vuelta al hotel y desperdigue del grupo: Mena y yo dos dirigimos a una cercana galería comercial donde ultimamos la compra de regalos. Allí tuvo lugar el episodio que narré (empezando por el final) en mi primera crónica con el niño Abdalla.

A la mañana siguiente (por llamarla de alguna manera), nos levantamos a las 3 para dirigirnos al aeropuerto de Luxor, donde un vuelo nos llevaría al de El Cairo (medidas de seguridad extremas: hasta 4 controles ya dentro del aeropuerto) y de allí otro vuelo a Madrid. Menos mal que no hubimos de preocuparnos de las maletas ni facturarlas de nuevo. Antes de partir de Luxor, nueva despedida: de nuestro también estupendo guía en Luxor: Mohamed Eldahesh, al que le entregué mi tarjeta de visita por si alguna vez venía por Córdoba y quería que le guiase por nuestra Gran Mezquita.


A modo de epílogo: la vuelta a Madrid transcurrió normalmente y con puntualidad. Con las maletas a tiempo y perfectamente, y no como el último vuelo que hice con IBERIA desde Oporto, en que se extravió nuestro equipaje y sobre el que todavía estamos litigando. En Barajas despedida colectiva: unos a Cataluña, otros a Valencia, Baleares o el País Vasco… Antonio y yo hacia Andalucía; nos volvimos a trasladar en taxi hasta la estación de Atocha porque seguía siendo lo más cómodo y la tarifa ya conocida. El día (domingo) era gris pero no tan frío como esperábamos. Al llegar a esta estación de ferrocarril solo quedaba una plaza para el tren de alta velocidad hacia Andalucía; naturalmente la cedí a Antonio que tenía que hacer un viaje mucho más largo que yo. Adquirí un billete para el siguiente tren y esperé en un bar de la estación. Sobre las 20:30 horas ya estaba de vuelta en Córdoba (me pareció que hacía semanas que estaba fuera). 

Durante la estancia no tuve tiempo ni siquiera de abrir el Cuaderno de Viaje con el que me había obsequiado Casi, sabedora de que me gusta ir tomando notas o redactando a diario las vivencias de la jornada. En cuanto a seguridad, qué decir: en las ciudades siempre acompañados de un agente de la policía, además de los numerosos presentes en cada monumento y en las excursiones siempre escoltados por un coche de policía o del ejército; y numerosos puestos de control y badenes para “calmar” la velocidad del tráfico. En fin, se lo estoy diciendo a mis amigos: si queréis visitar Egipto ahora es el mejor momento: Máxima seguridad y nada de masificación.


Guardo las bellas entradas a los monumentos que visitamos:

 



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