29.4.18

Viaje a Marruecos (II)


Medersa

Cómo ya había quedado dicho, para este día había contratado un guía a través del propio hotel, para que me llevase por la medina y sus lugares más importantes. Mi sorpresa es que no se trataba de un guía “oficial”, que según tenía entendido te los ofrecían en los establecimientos hoteleros. Era un anciano de 80 años que chapurreaba un poco de español y que me costó veinticinco trompos, una cantidad que me pareció exorbitante, pero que me evitó los “moscones” (quienes si te ven con alguien que te guía no se acercan). 


Puerta principal de la Mezquita de los Andalusíes (en restauración)

Me condujo por zocos y los edificios más importantes: Mezquita de los Andalusíes (desafortunadamente en restauración), la mezquita más antigua y algunas medersas (o madrazas), etc. Pero también a varios talleres-tiendas: de tejidos, de trabajo manual en cobre y por supuesto a las famosas tenerías, dónde un guía que hablaba bastante bien el español, me explicó todo el proceso de curtido ante la vista de las pozas de distintos colores en las que se lleva a cabo el curtido, que según me dijo se prolongaba durante 27 días aproximadamente. También me ilustró sobre las cualidades de cada piel: oveja, vaca o camello. Cuando bajamos de la terraza desde la que habíamos observado el laborioso trabajo de los curtidores, me condujo a la tienda en la que trató de de encasquetarme una correa por la que mostré interés; me pidió 30 €, aduciendo el buen trabajo de su elaboración y su pertenencia a una Cooperativa de Artesanos reconocida oficialmente. Le dije que el precio me parecía excesivo y como prueba le mostré la correa que yo llevaba puesta, toda de buen cuero y tan artesanal como aquella, pues la compré muchos años atrás al guadamacilero de la calle Cárcamo de Córdoba por 20. Palpó mi correa y adujo que el cuero era de menor calidad, cosa a todas luces incierta, pero bajó el precio inicial a lo que me había costado la de Córdoba, cosa que decliné. No se lo tomó demasiado mal y se despidió de mí con educación y la hospitalidad que les caracteriza.


Curtiduría.

Pero no acabo de comprender su sistema económico: que un negocio que pertenece a una cooperativa oficial pueda vender cosas a precios no tasados. Es decir, mucha economía sumergida (tal vez el 80%). Y sin duda, en lo respectivo al sector servicios, basada en esquilmar al turista que ellos consideran una fuente inagotable de dinero.

En fin, tras más de tres horas mi guía, con su chilaba, me dejó en el hotel, no sin sudar porque el calor apretaba y las cuestas nos hacían llevar un pausado caminar, aunque él, a sus 80 años, iba siempre delante de mí.


3ª Jornada

En este día (viernes 13) las cosas afortunadamente mejoraron. Me lo tomé de compras y relax. Muhammad (a pesar de la cercanía) me acompañó por las laberínticas calles que todavía no me había aprendido hasta Dar Zyat por donde pueden transitar coches y me pidió un petit taxi, para que me llevase a un centro comercial donde había un Carrefour. Allí me sentí más seguro. Saqué dinero de un cajero automático, compré algunas cosas, como el único periódico en alfabeto occidental (Le Monde Diplomatique) y comí un calzone en unas de las pizzerías italianas del este centro. Intenté comprar un paraguas en el Carrefour pero se habían agotado, posiblemente por el “fin de temporada”. Así que “mi gozo en un pozo”, porque como todas las tardes anteriores se anunciaban lluvias, que cayeron en abundancia. Aunque es verdad que se veía poca gente con paraguas (como cuando estuve en Cuba) y los nativos iban en chanclas de goma o en babuchas a pesar de las lluvias.

Tras la comida volví al hotel para echarme una siesta. Al llegar al hotel, como siempre, me ofrecieron el exquisito té con menta de costumbre. Tras rechazarlo le pregunté al amable Muhammad dónde podía comprar un paraguas y me dijo que en los zocos de la medina, pero yo no tenía ganas de adentrarme otra vez en el laberinto. Tras la siesta me dediqué a la lectura retomando El hombre sin atributos” de R. Musil, que tenía abandonada desde semanas por ocupaciones varias. También aproveché la buena conexión wifi del hotel para mandar mensajes a familiares y amigos.

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