1.5.18

VOLUBILIS Y MEQUINEZ (sábado 14) - Viaje a Marruecos III


Arco de triunfo en Volubilis

Para este día había contratado en el hotel una visita-excursión guiada al yacimiento romano de Volubilis y la cercana Mequinez (o Meknès). El precio (85 €) me pareció excesivo, sobre todo teniendo en cuenta que solo había alrededor de 70 km. a estos lugares, pero no me quería perder esto de ninguna manera. Resultó un día grato aunque no exento de sorpresas, como por ejemplo que en el vehículo iría yo solo, y no porque no quisiese compañía sino porque no había más gente para esta excursión. Pero por la noche, durante la cena, el gerente del hotel logró captar para la excursión a una pareja de jóvenes estudiantes alemanes llegados aquel mismo día, y les pidió el mismo precio per capita que a mí. Y esto me sorprendió, porque pienso que si un viaje para una sola persona tiene el precio establecido, si se agregan más personas (2) el precio se debería dividir entre 3. Pero ¡Que va!. Además nuestro supuesto “guía” se reveló como solo un “taxista” o conductor, con lo cual hubimos de pagar todas las entradas (Volubilis, etc.) de nuestro bolsillo e ir por nuestra cuenta o pagar a otros guías que nos explicaban los sitios visitados.

La ciudad romana de Volubilis me pareció impresionante. No había visto nada igual desde Pompeya hacia el occidente. Ni en España. Una extensión enorme con cantidad de edificios, calles, y multitud de mosaicos en casas o termas. Desgraciadamente el yacimiento no cuenta con  otra protección que la valla metálica que lo circunda y sus abundantes vigilantes. Porque los bellos mosaicos yacen al aire libre, sin protección, a la intemperie, ante lluvias, temperaturas o vegetación que crece entre ellos y que, de no poner remedio, se acabarán deteriorando. Menos mal que las numerosas estelas funerarias romanas están más o menos a resguardo. Entre ellas, muy bien conservadas, encontré una cuya inscripción aludía a Hispania y cuya imagen he trasladado a mis amigos Alberto Monterroso y Jerónimo Sánchez para que, como especialistas, precisaran su traducción.

Uno de los mosaicos en Volubilis

A la salida del conjunto arqueológico y ante la sed que sentía por la solanera y elevadas temperaturas, compré un botellín de agua en uno de los quioscos existentes. Nunca he pagado un líquido tan caro como este: 1 € por 33 cl. de agua mineral. Proporcionalmente ha sido la bebida más cara que he pagado en mi vida, desbancando en el ranking hasta la que hasta entonces ostentaba el récord: la cerveza de 33 cl. que me tomé en Venecia (9 €), en una terraza de la Plaza de San Marcos. Claro que eso fue hace años en Europa, en un país y una ciudad potentes; y además del marco, es que en Italia me obsequiaron con un sustancioso aperitivo que degusté junto a la birra mientras disfrutaba de la música clásica interpretada por un pianista en la propia terraza.

Pero el “taxista” al llegar a Mequinez bien que nos llevó a un restaurante claramente concertado, si bien él no comió allí. El restaurante era muy bonito y elegante (con decoración nazarí); con atención  magnífica (cosa corriente en Marruecos), y la comida abundante y buena, si bien demasiado espaciada, con lo cual matan el sabor de las estupendas verduras de que gozan. 

Los jóvenes alemanes (con fluido inglés) tuvieron la deferencia de invitarme a su mesa, cosa que acepté con mucho gusto. El postre, sobreabundante para mí, era exquisito compuesto de sabrosos pasteles de miel, perrunillas… etc.

Luego nuestro chófer  nos invitó a que visitásemos la medina, pero tampoco nos podía guiar, por los obstáculos legales etc… De modo que  me adosé (o me “emperché”, según mi hija)  a los alemanes, y, como no, se nos adhirió un “guía” no solicitado y que, naturalmente, pidió su retribución al final; los pequeños gastos que creíamos iban incluidos en la visita se iban acumulando. Y los jóvenes alemanes se movían con mucho más desparpajo que yo.

El taxista, que nos dio 1 hora y 40 minutos para visitar la medina, se presentó más de 40 minutos después de la hora por él fijada. Tiempo perdido que contribuyó a que no pudiésemos visitar otros lugares programados. Cuando por fin apareció y creíamos que abandonábamos Mequinez, nos paró en unos graneros del siglo XVIII: Los Graneros de Moulay Ismail - Hri Souani. Pagamos la entrada y luego al espontáneo “guía” que se nos ofreció y explicó este interesante lugar.

Cuadras en los Graneros de Moulay Ismail

A la salida el taxista nos llevó hasta una bonita (como casi todas aquí) puerta  de la muralla, hicimos fotos y volvimos al vehículo, donde nuestro conductor nos comunicó que regresábamos a Fez. Serían las 18 o 18:30 horas; estaba claro que no visitaríamos otros lugares previstos. Pero yo respiré aliviado, porque ya solo deseaba volver al hotel cuanto antes; estaba saturado de tanta marrullería.

Puerta en Mequinez

En esa noche, mientras estaba sentado en la terraza del hotel, me abordaron una pareja de argentinos de mi edad, a los que habían  recomendado que hablaran con un turista español (Rafa) que se alojaba allí (yo). Habían llegado ese mismo día y empezaron a despotricar de su 1ª (y última) estancia en Fez. Yo estaba de acuerdo con su opinión, de modo que despotricamos a  tutiplén a cerca de como iban las cosas por allí. Mientras hablábamos, buscaban por internet a toda costa otro destino para el día siguiente. No querían permanecer allí ni un día más tras su mala experiencia.


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